sábado, 13 de diciembre de 2008

De la "Pepa" a la "Niña Bonita"

Desde la Constitución de 19 de marzo de 1812, la famosa “Pepa”, y sin contar el Estatuto de Bayona, que Napoleón quiso metérnoslo de esquinilla en 1808; pasando por la decena que se promulgaron en los siglos XIX y XX, a la actual, que algunos ya la llaman: “La Niña Bonita”, tengo que decir, como tantos españoles de los setenta, que la vimos nacer con toda la pompa y boato, muy ilusionados. Otros, escribiendo artículos, porque no estaban muy de acuerdo con ella, aunque más tarde, la abrazaron como a una niña preciosa, y muy bonita, a la que hay que mimar, respetar y cuidar con todo el esmero. Entonces yo era un joven de 34 años, y como la gran mayoría de españoles, tenía muchas esperanzas de que cambiaran, entre otras cosas, como en “La Alborada Perdida”, decía Alberti: “(..), Las lamentables generaciones incubadas en mediocres escuelas, que nos entenebreció desde niños los azules del cielo, echándonos cien capas de ceniza, asfixiando a tantas inteligencias verdaderas”. Todos deseábamos, con anhelo, que España no se convirtiera, otra vez, en una huérfana profanada por la barbarie; y también que una parte de la ciudadanía entendiera que los laicistas no necesitan a nadie para que les iluminen sus vidas. Estos, creo, que como independientes de cualquier confesión religiosa, piensan, que el Dios de los cristianos, es práctico y marchoso, que bendice al currante, y sonríe cuando ganas dinero honradamente, y cuando la palmes irás al cielo sin pararte en ningún peaje de su famosa autopista; como tampoco piden, ni solicitan, que la Iglesia te absuelva antes de que le pidas perdón por tus pecados, porque piensan que en la Guerra Civil no estuvo en su sitio, sino en un lado solamente: la de los vencedores, con Franco bajo palio. Con esto no quiero, ni deseo, referirme a los que son Iglesia, con mayúsculas; que son la legión de personas que dan el callo, haciendo su apostolado, en favor de los desvalidos. Entonces todos deseábamos, que los componentes de los sucesivos gobiernos democráticos, fueran inteligentes y tolerantes, y los de la oposición se sintieran líderes moderados, modernos y abiertos; aunque haya algunos que pisen callos hasta cuando te dan la mano al saludarte. Los que aun conservamos la memoria de aquéllos años de transición, y de incertidumbres, recordamos a los ideólogos universitarios de izquierda, cuando buscaban afanosamente captar militantes obreros en los recién nacidos, y perseguidos, sindicatos, y si eran funcionarios, tanto mejor.

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