“VIVAN LAS CAENAS”
El dialogo que hace en su relato “Sor Manolo” con el título: “Melilla,… ¿es una madrastra?”; creo que, aunque sea escrito con jocosidad, no lleva razón alguna. Yo creo que Melilla no es una madrastra; más bien es una cenicienta, de la que a veces se olvidan de ella, dejándola a merced de los nuevos españoles de aluvión. Nuestra ciudad, por su lejanía peninsular, tiene unas características, que la hacen distintas a las demás. El verdadero padrastro, el culpable, es el Sistema, la Ley que obliga a ese pago tan injusto para con los jubilados, sean de Melilla o del resto de España, y el desamparo en quedan las mujeres, al fallecer sus esposos. Muchos recordarán en los años de la llamada Transición, cuando se iban encajando las piezas en el puzle, para formar la democracia, los sindicatos, recién salidos de la clandestinidad, movidos por sus correas de transmisión de sus partidos políticos correspondientes, se olvidaron en sus luchas de ese tema, tan peliagudo para miles de mujeres que quedaban, y aun quedan, abandonadas, donde solamente, en sus reivindicaciones sindicales solo figuraban los trabajadores activos, mientras que los pasivos, en este caso sus viudas, quedaban relegadas. En la actualidad, que la edad de palmarla se retrasa unos años más, los políticos, que son muy suyos, (hay que ver lo que saben los tíos/as) le suben unas décimas a tus pensiones, y en los meses que hace rasca (frío), te meten en un avión, o barco, por un puñado de euros (quien los tenga). Te montan algún que otro folklore en los hoteles concertados, solo en invierno, ya que en verano son más caros, con comidas sosas (por el colesterol), y a horas de fajina, y por turnos, y ya tienen un puñado de “votos geriátricos”, y todo el mundo contento. Pero, eso si, al final del mes, tendrán sus míseras pensiones, que apenas les llega para su sustento, mientras ellos, los políticos, y políticas, perciben sus opíparos sueldazos, que ellos mismos se fijan. Todo ello haciéndose las correspondientes fotos de despedidas, y recibimientos, con ramos de flores incluidos. Hace días escuchaba que para salir de la crisis, entre todos los españoles debíamos tirar del carro. Hombre, claro que sí, por supuesto, pero no del carro donde vayan montados, a sus anchas, los empresarios, que sin escrúpulos, nos han dejado en pelota picada; porque entonces va a parecer el vergonzoso, y humillante gesto del pasado, cuando entrando en Madrid, hasta las puertas del Palacio de Oriente, el populacho desenganchó los caballos del carruaje de Fernando VII, asumiendo el papel de acémilas, con el grito: ¡¡Vivan las Caenas!!.
sábado, 27 de diciembre de 2008
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