domingo, 29 de marzo de 2009

propuesta para un manifestódromo

PROPUESTA PARA UN “MANIFESTÓDROMO”
El periodista Miguel Ángel Aguilar, con su fina ironía, pide que en Madrid se construya un “Manifestódromo”, para que todos aquéllos que deseen protestar, por lo que les venga en ganas, lo hagan en un sitio donde no fastidien a los demás, que como todo el mundo sabe, la capital del Reino, es la que sufre todas las inclemencias de muchos los grupos sociales: los agricultores regalando tomates, lechugas y coliflores a todo el que pasa, los lecheros gallegos tirando la leche frente al ministerio del ramo, en medio de la calle. Yo pienso que alguna autoridad debiera regular todos estos follones, y canalizarlos para que la gente de a pié sepamos lo que ocurre. Siempre y cuando no se menoscaben los derechos de los que protestan. Lo de las mini pancartas en los plenos lo veo como una rabieta de niños, que los que gobiernan, como tienen la mayoría, los mandan callar, pasándoselas por su particular arco del triunfo, diciendo que: “montaron un circo con la única idea de ocultar sus verdaderas intenciones, que no son otras, que profundizar en su política anti-Melilla”. Y a mí, que siempre me gusta saber, por ejemplo: ¿Cuál es el motivo de que los socialistas de Melilla no les hayan “cantado las cuarenta” (es una forma de hablar) a sus amigos de CpM, cuando cada año, éstos no acuden a los fastos de la Conquista de Melilla?. O también: ¿Porqué no les protestan cada 19 de marzo, fecha en que los moros del Emperador Sidi Mohamed abandonaron el Sitio?, también, ¿Porqué no les hacen saber, de una vez por todas, que el chelja es rifeño, de Marruecos, extranjero, que no tiene cabida en una asamblea española, como es la de una Ciudad Autónoma, Melilla?; por ejemplo. Quizás, pudiera ser, a lo mejor, porque eso jode mucho, que les moleste los zapatos que se han intercambiado, llevando ellos el derecho del contrario en su pié izquierdo, y viceversa.
Aunque parezca algo lejano en el tiempo, a veces creo que los Héroes que descansan en La Purísima, igual que los que construyeron la ciudad en tiempos difíciles, están agotados y tristes, a pesar del perfume, que algunos les enviamos con nuestras esencias de sonidos patrios, que son la única realidad que nos hace vibrar el espíritu como español, sin un ápice de chauvinismo patriotero. Aunque para otros, ignorando su pronunciado síndrome de Estocolmo, con sus catorce cosechas bien remuneradas, es como una foto antigua, de color tabaco, de recuerdos que los antiguos les contaban.

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