TRES POSTALES
Hace unos días recibí una postal, procedente de un pueblo gaditano, donde se veía Tarfesit, que un amigo de la infancia me envió, con todo su cariño, como lo ha sido siempre: un chavea muy bueno y cariñoso, aunque ya de chavea tiene lo mismo que yo de cura: nada. La postal es una copia de una de los años cuarenta, o quizás de los cincuenta, donde se pueden ver los barracones que las fuerzas del Ejército tenía destacadas allí, en aquéllos años. Todo el que haya pertenecido a la banda de la OJE, en ese tiempo, donde D. Julio Moreno era director, sabrá que muchos veranos acudíamos allí, como a Nador, Segangan o Drius, para dar conciertos a los militares y sus familias allí destacados. En Nador solíamos desfilar por las limpias y rectilíneas calles, cercanas al Club Náutico. Este amigo ha señalado con una cruz un lugar, que en la actualidad, creo que ha desaparecido, donde me dice: “Fíjate, Aranda, el lugar donde te señalo, que fue donde “Fulanito” (no digo el nombre, ni el instrumento que tocaba, porque quizás no desee recordar ese mal trago) se cagó por la jartá (sic) de chumbos que se zampó”. Créanme que si me señala otro lugar me lo hubiese creído igualmente, pero no la anécdota del compañero, que las pasó tan mal, por una indigestión de chumbos, en plena canícula, tan lejos de su casa, y con tan solo diez o doce años, el pobrecito. Cuando releo, sonriente, la postal de mi amigo me recuerda la lectura de “La Arboleda Perdida”, de Rafael Alberti, cuando dice que recibió de Dalí una postal donde se veía un pequeño castillo, y cuyo texto decía: “Mi querido Rafael, por aquí es por donde orinaban los canónigos”. Decía el poeta que el cartero, al entregársela, hizo un gesto como diciendo: “A mí que me registren”.Y como no hay dos sin tres, tengo que decir que cuando el que les escribe desempeñaba sus labores de Cartero Urbano, (ahora ya, oficialmente, no se llaman carteros, ¡qué tontería!) una vez hizo entrega de una postal, en la que se podía ver un bello paisaje de las afueras de Oviedo. En esta también, en uno de los rincones de un bello edificio del siglo X, se podía observar una cruz hecha a bolígrafo, y en el texto, se leía: “Aquí se cagó la nena, besos”. Esta vez, quien se puso algo avergonzada fue la destinataria, y yo, para quitarle el azoramiento le dije: “No se preocupe, señora, quizás lo usaran como abono”. Que quieren que les diga, si no se me ocurrió otra cosa. Porque no iba a decirle lo de Rafael Guerra (Guerrita), al ser presentado a don José Ortega y Gasset, diciéndole que éste era un filósofo, la persona que trabaja sobre las ideas del pensamiento, comentó sorprendido, soltando la frase tan famosa: “Hay gente pa tó”.
domingo, 29 de marzo de 2009
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