sábado, 26 de diciembre de 2009

Entre el Laurel y la Gloria

ENTRE EL LAUREL Y LA GLORIA

No recuerdo quien dijo, que después de Auschwitz, no se podía escribir poesía. Por suerte, aun pueden los poetas escribir, y recitar sus versos, como un patriota, no patriotero, con dolor y pena, por los héroes caídos, y a veces olvidados. A mi me ocurre que cuando escribo sobre ellos, mi voz, en este caso, mi palabra escrita, es individual, pero poderosa y firme, y me importa un bledo, algo así, como un carajo, las opiniones demagogas, y falaces, de algún que otro estulto. Mis palabras, no son como algunas, que se cuelan por cualquier rendija, asomando con timidez la cabeza, para poder respirar en libertad; ellas ya nacen libres, procaces o tímidas, con o sin vergüenza, desde que se forjan en mis pensamientos. Como saben el virtuosismo de la palabra, hace que los versos de amor, hacia los que dieron sus vidas por la Patria, se complementen recíprocamente, entre el laurel y la gloria; el laurel, la rama del honor, siempre va unido a ese sentimiento sublime, como es el amor; el héroe tiene de por sí, a la gloria ganada, la que ennoblece e ilustra una buena acción; y el sentimiento, es la perfección del poema. Cuando veía a aquél anciano, apoyado en su bastón, con su perenne sonrisa, recorrer las tumbas, en La Purísima, sabía que su semblante significaba mucho, porque siempre, una sonrisa enriquece a quien la recibe, sin empobrecer a quien la ofrece, en este caso, enaltecía al anciano, dibujándose en su cara, y en sus ojos, el resplandor de los poemas que escribía. Apenas duraba varios segundos, pero su recuerdo, jamás se me ha borrado. En los años ochenta, con algo de candidez, tuve el atrevimiento de escribir estos versos de protesta, “protestones”, como un amigo me dijo entonces, que eran: “Españoles que de Melilla habláis/ sin honor y sin razón./ Os suplico que penséis: ¡es España!,/ y como tal, lo hagáis, con el corazón”. ¡Pues eso!.

lunes, 7 de diciembre de 2009

HACE TREINTA Y SEIS AÑOS

En septiembre de 1973, hace ahora treinta y seis años, el dictador Pinochet, ordenó asesinar, junto a varios miles de chilenos, al poeta, Victor Jara. Mientras sus verdugos, tomaban sus descansos, cuando lo torturaban en el Estadio Chile, de la capital, Santiago, en estos ratos, ensangrentado, dolorido, y con las manos rotas, tuvo tiempo de escribir estos versos desgarradores, que un amigo, guardó y más tarde distribuyó, como un valioso tesoro: “¡Ay!, canto que mal que sales/ cuando tengo que cantar espanto. / Espanto como el que vivo./ Espanto como el que muero,/ de verme entre tantos y tantos/ momento de infinito/ en que el silencio y el grito,/ son las metas de este canto/ lo que veo nunca vi,/ lo que he sentido, y lo que siento/ harán brotar el momento….”. La palabra: “sale”, del primer verso, hay quien opina que, debido a que el papel estaba muy deteriorado, era: “sabes”. Como todos los poetas, Victor Jara, transformaba en belleza, toda la mierda y la detritus asesina de la dictadura de su país, auspiciada por Nixon, el “emperador del mundo”, de entonces. Hay quien compara, por la similitud de sus muertes, con nuestro poeta Federico García Lorca, y Victor Jara; como también a Franco y a Pinochet. A ambos, como grandes tiranos, les gustaba tener la fama de liberadores, y los dos con el mismo odio hacia los comunistas. También los dos fueron “bendecidos” por la Santa Madre Iglesia, y no solo sembraron sus naciones con cientos de cadáveres, sino que condenaron, bajo las botas y las armas, al silencio a millones de ciudadanos. Tal delirio “liberador” llegó a ser en España, que el Generalísimo entraba bajo palio en las iglesias; como también en noviembre de 1937, en La Coruña, el Gobernador, propuso la eliminación de la hoja del Registro Civil, donde figuraba inscrito el líder republicano, D. Santiago Casares Quiroga, nacido el 8 de mayo de 1884. Al traidor y asesino Pinochet, también como buen “liberador”, ni se inmutaba dando las órdenes de que lanzaran, desde un avión, al mar, a prisioneros políticos; y después, de unas manos “santas” recibía la comunión sin pestañear. El epitafio que mucha gente quisiera leer en ambas tumbas sería: “Aquí yace un traidor a su patria, y del presidente que lo nombró. Padre, esposo y asesino”.

domingo, 6 de diciembre de 2009

EL AMANECER DE LAS ROSAS EN LOS JARDINES DE LA “MANQUITA”

Hace años caminaba yo por los jardines de la Catedral de Málaga, en la parte que da a la calle del Cister, calle denominada así por el convento de las monjas cistercienses que se encuentra en la misma, camino de mi trabajo hacia el antiguo edificio de Correos, en el Parque, cuando un joven enlutado me abordó con una pregunta que siempre la recuerdo, por lo impronta y sorprendente que me pareció: “Señor, (me dijo), sería usted tan amable de decirle a esa rosa que sonría, por favor”. Se refería a los rosales que existen en los jardines de la puerta lateral de la Catedral en esa calle, siempre florida, imponiéndose entre todas, unas rosas que nadie se atrevía a cortar. El joven llevaba una negra barba muy poblada, que para aquéllos años, finales del franquismo, solo eran los llamados “progres” quienes las llevaban. Vestía un traje negro con una capa española, y tocado con la típica chapela. Al principio creí que algo no le funcionaba debajo de esa gran boina, pero al entregarme una cuartilla emborronada sin pedirme nada a cambio, mi sentimiento más humano se estremeció cuando me abrió lo más íntimo de su corazón; el secreto escondido en su mente juvenil y virgen con exquisito recogimiento, al leer: “Quién me diese alas como de paloma para volar al seno de la que ama mi alma”. Desde ese día, cada mañana, me esperaba apoyado en las pequeñas columnas de mármol junto al jardín para, tras el saludo, leerme uno de sus poemas, que yo egoístamente le pedía que me los firmase: “Hoy aquélla rosa está disgustada porque no la he acariciado”, me decía de vez en cuando.

Aquél poeta con chapela y capa española enlazaba la prosa de vivir con la poesía de sus ensueños de orate bueno en una perfecta armonía; la suya, la de los que poseen un mundo particular. Él tenía todo lo que un poeta debe tener: una gran multitud de colores resplandecientes en el alma. La “Manquita”, la catedral malacitana, llamada así por los malagueños porque solo tiene una torre, y su jardín de la calle del Cister, ya no saludan sus rosas a aquél joven que decía que la tristeza es un muro entre dos jardines. Yo creo que era el de su inmaculada mente y el las rosas que nos sonreían cada mañana.

akí se habla, el andalú

“AKÍ ER KAHTEYANO NO LO ABLAMOH MALAMENTE, ZE ABLA BIEN EL ANDALÚ”

“Akí er kahteyano no lo ablamoh malamente, ze abla bien el andalú”. Ese es el título de un artículo, que pude leer en un periódico de Málaga. Más adelante, como una especie de entradilla, sigue: “La zoziedá pal Ehtudio´el Anadalú defiende argo que rekonoze el Ehtatuto d´Autonomía i k´ezihte kon identidá propia, como el andalú”. Cuando mi mujer me lo puso ante los ojos para que lo “descifrara”, al principio creía que era una lengua extranjera, pero apenas leí: “Akí er kahteyano…”, ¡tela marinera!, lo primero que hice fue sonreír con satisfacción. Sonreía, con satisfacción, porque hace algunos años un señor muy encopetado, me dijo que en Andalucía se habla muy mal el castellano, y aun peor, en los pueblos. Hombre, le dije, no va usted a comparar el deje de cualquier pueblo de Andalucía como el castellano que se habla en Valladolid; sería absurdo, ya que ese acento tan castellano, con sus eses y des finales, sería muy difícil que las pronunciara un niño nacido y criado en Bollullos del Condado. “Una azoziazión de vecino y treh bareh”, han optado por elaborar una guía para que sus establecimientos rotulen sus nombres en andaluz, y “an zío, komerzioh de Marxena (Zeviya), loh bareh son: La Paraíta, Er Jaleo i Er Bul-laero”. Y ustedes se preguntarán a qué viene toda esta jerga, que para algunos es una jerigonza. Verán: viene a cuento, porque no creo que nadie cuestione que ese lenguaje, que mucha gente en nuestra ciudad, crisol de todas las regiones de España, y parte del Rif (Marruecos), también se chamulla a medias, es tan español como el que se habla en Badajoz, o Jaén, por ejemplo. Otra cosa es el que algunas personas, con su semántica, y muy de: “aquí estoy yo, con mi educada retranca, porque soy muy leído y estudiado”, nos quieran endilgar una lengua, porque en la ciudad lo hablen la mitad de sus habitantes; aun a sabiendas de que es un lenguaje extranjero, eso si, protegido por nuestras leyes e instituciones, (art. 5º-H de nuestro Estatuto), y que el único que saldría ganando con ello sería Mohamed VI, ayudado por los quintacolumnistas. Quizás, no sé, a lo mejor, pudiera ser, que con estas opiniones recojo fobias, como cuando me recomendaron que me tomara un vasito de leche y me acostara. Yo, lo siento mucho pero, como humilde escribidor que soy, me importa un bledo (léase el taco que más le agrade) esas fobias y aversiones que puedan tener hacia mi persona.