domingo, 12 de abril de 2009

reflexiones sobre los albañales del PP

UNA OPINIÓN, A MODO DE RELATO CORTO

Para el muchacho, el abuelo era un rostro agradable en una foto antigua de color tabaco, junto con los recuerdos que el padre le contaba a menudo. Era la foto que le hicieron en Méjico, en 1940, cuando fue de peregrino de su patria, luminosa y sonriente, clausurada ésta en su coso por la sangre seca y negra por el odio. Fue uno de tantos embajadores, tristes y errantes, que envió Franco por todo el mundo. Otros sufrieron el destierro de la libertad en el interior de la España destrozada, donde algunos se hicieron filósofos de tanta lectura prohibida, y escondida del bisturí censor de los salvapatrias, impartiendo clases vigiladas por pocas pesetas, trayendo la dignidad a la irrespirable indecencia. Eran unos románticos que buscaban las verdaderas palabras que mucha gente arrojaba al cubo de la basura, como “estraperlo”, palabra procedente de un austriaco llamado Strau Perle, el que introdujo, fraudulentamente, en España, en 1934, unas máquinas tragaperras, dando origen a un escándalo político. Decían que era motivado por el soborno aceptado por destacadas figuras de la política. Yo conozco a un señor, de barba semanal, y bigote ralo, algo desaliñado en el vestir, pero limpio, que en todas las reuniones de antaño era el esquinado, observador y silencioso, quieto como en un velatorio nocturno, que cuando pronunciaba una frase, siendo tan lapidaria, ésta “iba a misa”. Hace unos días me dijo que en la actualidad haría falta una buena porción de palabras para denominar lo que circula por los albañales de algunos partidos políticos, con foto de familia altanera y blasonada, con sonrisas de confitura agria, que más que dimitir y pedir justicia, parece que exigen impunidad. Este noble anciano me enseñó el chiste de Forges, donde se ve un hombre que le pregunta a otro: “Buenas; desearía una desvergüenza”. El otro, muy solícito, le contesta: “Estatal, autonómica o municipal”.

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