Dice Manuel Vicent que los protestantes se relacionan con Dios de forma íntima y personal, todo lo contrario a los católicos que lo hacen ineludiblemente, a través de un cura, en el confesionario. Si un protestante comete un pecado muy chungo, grave en este caso, la culpa y el perdón lo convertirán en un neurótico, con unos dolores en cabeza, de caballo, como si alguien se la apretara con una gran tenaza, hasta que se le olvidara de respirar. En cambio, un católico, puede robar, matar, violar, y seguir llevando una vida disoluta, porque cuando la está palmando en una cama, un cura le absuelve, dándole un pase para ser recibido en el reino de los cielos, por un coro de angelitos, como si el tío no hubiese hecho nada aquí en la tierra. Por eso al cura católico hay que tenerlo siempre a mano, como una especie de enchufe, o momio, como garantía de salvación. Yo conocí a un viejo, que poco antes de dejarnos, un cura le regaló un crucifijo, y al preguntarle por ese motivo, dijo: “Puede ser que haya algo por ahí, y me sirva de salvoconducto para llegar a mi esposa, que hace pocos días murió”. Si esta misma situación religiosa es trasladada a la vida pública, todo eso de la corrupción también es distinta, según se trate de un país católico o luterano. La democracia, como todo el mundo sabe, es un sistema hecho para sacar toda la mierda a la superficie, mediante la libertad de expresión, y por medio de los periódicos, incoloros e inodoros. Aunque tampoco hay que tirar cohetes, mientras las bombas de achique funcionen a la perfección. Los protestantes, que no son idiotas, saben que los humanos tienen las manos muy largas, y tarde o temprano la meterán en la caja, de modo que garantizan toda la pasta de forma que nadie pueda guindar un céntimo. Ellos siempre tienen a varios vigilando el jurdó publico, y si lo pillan caerá fulminado por un rayo justiciero, y allá se las entiendan con Dios. En un país católico, donde la gente, con convicciones de con una mínima penitencia. Sin ir mas lejos, ahora en España, se pueden ver dándose un garbeo, como cadáveres vivientes, unos políticos llenos de mierda por la corrupción, que andan a la espera de ser absueltos por las urnas para volver a apoltronar sus grandes culos en sus poltronas (con redundancia), para volver, entre aplausos de sus fieles palmeros; como el cura que, en plena agonía, confiesa y absuelve al creyente de cualquier crimen, para que este pueda entrar en el reino de los cielos, con un jamón, y una botella de Rioja, en las mil años de confesionario, las cabronadas pueden ser perdonadas manos, para invitar a todos los colegas que le precedieron.
Juan J. Aranda
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